Como dijera hace unos meses Juan José Güemes, Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, es posible que los brotes verdes que veía el Gobierno fueran de marihuana que se habían fumado. Pero ahora, mira tú por dónde, hasta puede que tengan razón.
Con la temporada estival parece que la crisis que nos azota se haya suavizado a tenor de los datos: se reduce el desempleo, disminuye la caída del PIB, la banca mejora sus resultados parciales, el IBEX 35 toca máximos anuales, se reduce la morosidad del crédito bancario… incluso los datos del exterior mejoran: Francia y Alemania crecen, ligeramente, en su PIB; los bancos estadounidenses comienzan a devolver las ayudas y registran beneficios; los principales índices bursátiles cierran el primer semestre con ganancias; el Banco Central Europeo (BCE) afirma que la recesión está tocando fondo y la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) cree que hemos llegado al final de la crisis, Japón sale de la recesión después de seis meses consecutivos con PIB negativo… Puede que los buenos datos macro reflejen aquellos "brotes verdes" que auguraba nuestro Gobierno, pero cabe preguntarse si es oro todo lo que reluce.España presenta importantes debilidades que para muchos expertos hacen temer lo peor, un estancamiento a largo plazo mientras las principales economías mundiales se recuperan. El motivo principal es que un cambio de tendencia, en caso de que la economía mundial se esté preparando para iniciar la senda de la recuperación, provocaría que los bancos centrales como la FED o el BCE abandonaran la política monetaria expansiva para evitar la inflación, provocando con ello la consabida subida de tipos de interés. Esto, sumado a que el mercado interbancario comenzaría a moverse de verdad, una vez la banca europea haya superado sus problemas como parece que está ocurriendo, provocaría que el Euribor, índice de referencia para la mayoría de los créditos en nuestro país, pasara de los mínimos históricos a subir paulatinamente. El resultado, u encarecimiento crediticio, que cogería a la mayoría de las empresas fuertemente endeudadas. Incluso el propio Estado se ha embarcado en un déficit galopante improductivo, al que tendría que hacer frente en un nuevo escenario para el que España está lejos de estar preparada.Indicios para visualizar esta posibilidad los hay: al cierre de esta edición, Noruega pensaba ya en subir los tipos de interés, Bernanke, Presidente de la FED, aunque no contemplaba una subida a corto plazo sí que apostaba por llegar al fin de su laxa política monetaria; y el BCE, tampoco se plantea ya más bajadas de tipo de interés. El miedo a la inflación, motivado por la cantidad ingente de dinero puesto en circulación para evitar la recesión mundial, supondría un cambio de tendencia radical de temibles consecuencias para nuestra economía, fuertemente endeudada y con lastres coyunturales que siguen sin resolverse. La posibilidad de vernos inmersos en un estancamiento local, cuando la economía mundial empiece a crecer es real, aunque evitable. Pero para evitarla habría que tomar medidas que el Gobierno no parece estar dispuesto a tomar, pues muchas de ellas, como la reforma del mercado laboral, la reducción del gasto público o la simplificación de la Administración están fuertemente condicionadas por los sindicatos. Y si por la vía de las reformas no podemos ir, tampoco lo podremos hacer por la de la inversión pública, ya que, precisamente, ese incremento galopante del gasto público, condiciona todo el déficit del Estado, que va camino de llegar al 10%. Una auténtica barbaridad que no parece preocupar al Gobierno.Qué camino nos queda al final. Pues parece que el de la reforma del sistema económico. Ahí es nada. Como si cambiar un modelo productivo se pudiera hacer por decreto. Pero el Gobierno parece decidido, y en estas mismas fechas se ha podido conocer la preparación gubernamental in extremis de un dossier de ideas para el cambio de modelo económico. Que España necesita cambiar, no creo que haya nadie cabal que lo dude, pero que este tipo de iniciativas sean lo que necesitamos ahora es algo más que discutible. Es más, realizar un cambio en este sentido, sin pasar previamente por la modificación de las estructuras económicas que nos han llevado a donde estamos, se nos antoja muy difícil, por no decir imposible. Ahora bien, si el cambio económico se basa simplemente en cambiar el peso de una actividad en el PIB, es decir, quitar la construcción, para poner otro sector que se nos antoje más moderno, progresista o ecologista, lo llevamos claro. ¿Qué pasaría entonces si ese nuevo sector pasara también por una profunda crisis? ¿Estaríamos en la misma situación que ahora, planteándonos un cambio de modelo productivo?A tenor de las circunstancias, más bien necesitamos un cambio de rumbo, ideas y ganas de llevarnos a buen puerto, sin pasar por la propaganda y las genialidades individuales. Esperemos que las vacaciones les hayan servido a nuestros dirigentes para relajarse y poder afrontar la difícil situación con otra perspectiva. Porque si es verdad finalmente que hemos tocado fondo, no podemos dejar pasar la oportunidad de poner las bases para una sólida recuperación. De lo contrario, sólo conseguiremos alargar nuestra agonía en el tiempo.
jueves, 20 de agosto de 2009
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